Cómo involucrar a los más pequeños en su alimentación
Para empezar, explícales lo que es una buena rutina de alimentación y prepara la suya con ellos. Es bueno que aprendan a clasificar la comida, sepan qué les aporta cada alimento y sean conscientes de la variedad que necesitan para crecer sanos y felices. No olvides la fruta, los vegetales, las semillas o las verduras en su menú semanal.
Come lo mismo que ellos. Es decir, no tiendas a prepararle platos distintos a los tuyos, o por lo menos usa los mismos ingredientes base aunque la presentación sea diferente. Es bueno que se acostumbren a comer de todo, sea lo que sea, siempre que sea saludable. Si siempre le pones lo mismo o preparas platos especiales “porque son niños”, no les estarás ayudando, más bien lo contrario, les perjudicará porque no estarán aprendiendo a comer de todo.
Lo más aconsejable es permitir que el niño/a coma siguiendo su sensación de hambre y saciedad. Pero no es bueno que se dejen la comida, ni tampoco recomendable que siempre repitan. Fíjate en cuánto come tu hijo/a o pregúntale directamente si crees que ya puede saberlo por sí mismo, y prepárale una proporción adecuada de comida.
Es importante que te ayuden a preparar la comida. Que vean cómo cocinas. Asígnales tareas que les ayuden a aprender, poco a poco, a cocinar. Les harás sentir importantes, aprenderán a colaborar en casa, y harás que le surja interés por la cocina y la comida.
Por último, háblales de la comida. Cuéntales lo importante que es llevar una alimentación equilibrada y saludable. Explícales la importancia de la comida sana: crecerán bien, estarán relajados, vivirán de mejor humor, etc.
Inculcar unos valores de alimentación saludable es una gran responsabilidad para cualquier padre. En este artículo repasamos algunas maneras de fomentar estos hábitos entre los más pequeños de la casa.
Convertir las comidas en momentos de diversión
Hay determinadas comidas, como es el desayuno, que se hacen más difíciles para los niños. Ya sea por las prisas o los horarios, a menudo es un momento de prisas y estrés. Por eso, hay que tratar de transformar cada comida en un momento de diversión. Es bueno que los niños se disfruten comiendo, y qué mejor que hacerlo con sus padres pasando un momento agradable, con detalles tan simples como felicitarles por haberse acabado toda la ración.
Presentar la fruta de forma apetecible
Cada vez es más difícil que los hijos consuman alguna pieza de fruta al día. Según la OMS y la FAO, la ración recomendable de frutas es 3 o más piezas al día y 2 porciones o más de verduras. Para convertir esta recomendación en un hábito para los niños, podemos animarles ofreciéndosela limpia, cortada y presentada en formatos diferentes para que les sea más fácil consumirla. También es importante que sigan nuestro ejemplo. Por tanto, los primeros que debemos cumplir con la ingesta recomendada somos nosotros.
Hacerles ver la importancia de las verduras
Los niños aceptarán mucho mejor los alimentos que acompañen a sus platos preferidos. Ya sea carne o pescado, la verdura no debe faltar como guarnición. Y si solo les apetece lo que les gusta, debemos explicarles la importancia que tienen las verduras para que crezcan fuertes y sanos.
Fijar unos horarios para las comidas
Es muy recomendable que los más pequeños adopten unas rutinas alimenticias desde bien temprano. Si fijamos unas horas concretas para el desayuno, la comida y la cena, evitaremos que coman fuera del horario establecido. Además, conseguiremos que se vayan acostumbrando y que solo tengan hambre cuando sea la hora de comer.
Apagar la televisión mientras coméis
Aunque pueda parecer algo de lo más normal, no es bueno acostumbrarse a comer o cenar viendo la televisión. Con este mal hábito, los niños prestan más atención a la televisión que a lo que están comiendo. Por eso, es mejor entablar una conversación con ellos para que se expresen y nos cuenten, por ejemplo, cómo les ha ido el día en el colegio.
Comer acompañados
Hay que evitar que los niños coman solos. Si esto sucede, no les podremos inculcar unos buenos hábitos alimenticios ni hacer un seguimiento de lo que comen. Por tanto, los niños deberían almorzar, siempre que se pueda, acompañados de un adulto.
La comida no debe ser ni un premio ni un castigo
Es fácil que los niños relacionen determinados alimentos con premios o castigos. Para evitar que esto suceda, no se debería usar la comida para incentivarles, ni para bien ni para mal. Ni la verdura es un castigo ni los alimentos más calóricos y poco saludables equivalen a un premio.
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